Cuentos e historias de tiburones

Diego y los Tiburones

tiburonesÉrase una vez, un grupo de niños de cuatro años, que eran muy amigos e iban al mismo colegio.
Allí aprendían, jugaban, compartían todo y se lo pasaban en grande hasta el punto de que, cuando llegaban las vacaciones, todos ellos estaban deseando que volviera a empezar el colegio.

Se lo pasaban fenomenal cada día con las actividades que sus profesores preparaban para ellos y les encantaban las salidas extraescolares que, de vez, en cuando, hacían con el colegio.

Recientemente les habían comunicado que iban a visitar el Zoo. ¡El Zoo! pensaron, con todos esos animales tan interesantes: leones, tigres, elefantes, monos, osos… ¡que maravilla!
Esperaban nerviosos que llegara el gran día. Habían hecho muchas salidas, a museos, teatros, bibliotecas, todas ellas muy entretenidas e interesantes, pero ¡el Zoo! Eso era especial.
Diego, un inteligente niño de la clase, comentaba con sus amigos.

– Vamos a aprender muchísimo y además los animales son preciosos… Yo, en casa, tengo perros y gatos, y me encanta jugar con ellos.

Sus amigos estaban de acuerdo. Todos querían saber más sobre los animales y en la clase les pusieron vídeos sobre la vida salvaje y los animales en la naturaleza. Uno de estos días, Diego llegó triste a casa y sus padres le preguntaron que qué le pasaba. El niño les explicó:

– Es que, en clase, nos han puesto una película sobre la vida de los lobos, que sí, que son muy bonitos pero hemos visto como un lobo cazaba a un ciervo pequeñito y me ha dado mucha pena y he llorado un poquito…

– Si, hijo –respondieron sus padres- es un poco triste, pero es que debe de ser así.

– ¿Por qué? preguntó Diego.

– Porque los lobos, también tienen que comer, y también tienen crías de lobo (que se llaman lobeznos) que son muy bonitos y si no comen, se mueren. Además, los lobos hacen un bien a la naturaleza cazando algunos ciervos, porque mantienen el equilibrio.

– ¿Y qué es eso?

– Fíjate –le explicaron- los ciervos comen hierba y hay suficiente para todos. Pero si los lobos no cazasen algunos ciervos, estos también tendrían hijitos y cada vez serían más y más y más ciervos. Y al final serían tantos que no habría hierba para comer, porque se la habrían terminado toda, y se morirían todos de hambre. O de alguna enfermedad, porque los lobos, cazan primero a los que están enfermos y así estos no pueden contagiar a los demás. ¿Entiendes? Si no estuvieran los lobos cazando únicamente algunos ciervos, solo los que necesitan para comer, sería malo para todos los ciervos porque morirían todos de hambre o enfermedades. ¿Lo has comprendido?

– Si, creo que sí, respondió el niño.

Y al fin, el día llegó, como siempre llegan todos los días. Y se prepararon con sus abrigos, gorros, mochilas… El autobús les condujo hasta el Zoo y después de pasar la entrada, sus profesores les fueron conduciendo de recinto en recinto explicándoles cosas interesantísimas de todos los animales.
– Fijaos, la trompa del elefante, que en realidad es su nariz, le sirve para respirar, pero también como una mano con la que coger cosas, y para aspirar agua y beberla y para muchas cosas más. ¡Es muy fuerte y útil!
– Mirad la joroba del dromedario. Están llenas de grasa y les permite estar mucho tiempo sin comer ni beber, y así pueden ayudar a atravesar los grandes desiertos.

– Esos tan elegantes son los pingüinos, que parece que van vestidos de fiesta. Son aves, pero no vuelan y cuando andan, parecen que están borrachos. Sin embargo, en el agua, son como rápidos torpedos que pescan todos los peces que necesitan para sobrevivir.

Y así fueron recorriendo el Zoo, hasta que llegaron al sitio que todos esperaban: el Aquarium. Allí estaban los grandes tiburones que habían estado estudiando en clase. ¡Que bonitos eran! Repasaron todo lo que su profesor les había explicado antes de ir y los pudieron ver nadando, ágiles, por el inmenso tanque de agua.

Un cuidador del Zoo, les explicó que, sin embargo, estaban preocupados porque los tiburones estaban enfermando y no sabían de qué. Cuidaban la comida y la limpieza del tanque, pero poco a poco todos iban cayendo enfermos e, incluso, uno, un enorme tiburón toro, había muerto ya.

Diego rápidamente se puso a darle vueltas a la cabeza. Hummmm…. ¡tuvo una idea! Reunió a sus amigos Mario, Natalia, Sofía, Marta, María y Sergio y les explicó su plan:

– Chicos, si los tiburones enferman y no es por la comida ni por la limpieza, tiene que ser por el agua, porque los tiburones no están en ningún otro sitio. Y aquí en el Zoo, tienen mucho cuidado con todo, luego no es un accidente si no algo que alguien está haciendo. Debemos saber qué está pasando.

Los niños estuvieron de acuerdo. Entre todos decidieron que durante el día había muchas visitas y cuidadores por lo que sería muy difícil que nadie hiciera nada, por lo que seguramente sería por la noche. ¿Y cómo vigilar? Nadie les iba a dejar quedarse por la noche en el Zoo. Pero Diego tuvo una idea

– Tú tienes te has traído una cámara de vídeo, ¿verdad? –le preguntó a uno de sus compañeros-

– Sí – le respondió este-.

– Pues te la vas a olvidar.

– ¿Cómo?

– Pero no te la vas a olvidar de verdad. La vamos a dejar escondida, encendida y grabando lo que pasa en el estanque por la noche. Y esta noche dices que te la has olvidado y mañana volvéis al Zoo al buscarla. La encontráis y luego vemos qué se ha grabado.

Todos estuvieron de acuerdo con el plan, aunque al niño que tenía que dejar la cámara no le hizo mucha gracia:

– Me van a regañar por olvidármela -decía-

– Puede ser -le respondieron- Pero piensa que es para conseguir una cosa buena…

Y así lo hicieron todo según su plan. Cuando se iban a marchar, a punto de cerrar el Zoo, dejaron la cámara escondida y grabando todo lo que iba a pasar en el estanque por la noche.

Al llegar de vuelta al cole, el compañero de Diego anunció que se había olvidado la cámara donde los tiburones. Sus profesores le regañaron un poco y le hicieron recordar lo importante que era cuidar las cosas y poner atención a todo. Sus compañeros le consolaban guiñándole un ojo mientras duraba la regañina. Al final decidieron que, al día siguiente, un profesor y el niño, volverían en un taxi a buscar la cámara en un momento.

Todos los compañeros pasaron la noche inquietos, esperando ver qué descubrían al día siguiente.
Cuando llegaron a clase, tuvieron que empezar con la rutina normal hasta que llegó el momento en que el profesor y el niño volvieron de Zoo, contentos, pues habían encontrado la famosa cámara de vídeo. Diego les propuso aguardar a un recreo y ver la grabación todos juntos.

Cuando, después de comer, pudieron salir al patio, se juntaron en una esquina, detrás de unos columpios y comenzaron a ver qué era lo que se había grabado. La cinta empezó a pasar y la imagen se veía estupenda, pero… no pasaba nada. Diego les dijo:

– Avanzar rápido hasta que veáis que algo pasa porque si no nos va a dar aquí la hora de cenar…

Pusieron el avance rápido durante un rato más.

– Pues aquí no pasa nada, empezó a decir una de las niñas.

De repente chillaron:

– ¡¡Mirad, mirad!! ¿Qué es eso? ¡¡Unas sombras que se mueven!! Páralo.

Volvieron el vídeo a la velocidad normal, rebobinaron un poco y pasaron de nuevo la cinta. Efectivamente. Ahora, con claridad, se veía cómo un grupo de cuatro personas se acercaba al estanque y vertía un líquido dentro del agua en la que nadaban, comían y respiraban los tiburones.

– ¿Y ahora, qué hacemos?

– Ha llegado ya el momento de los mayores, respondió Diego. Debemos entregar la cinta al profesor para que él llame a la policía y hagan lo que crean oportuno. ¡¡No les vamos a dar todo el trabajo hecho!!

Como habían convenido le entregaron la cinta al profesor, el cual, extrañado y asombrado ante la iniciativa de los niños, miró la grabación y enseguida llamó al Zoo y a la policía.

Al día siguiente, el profesor les explicaba lo que había pasado:

– Gracias a vuestra cinta, se descubrió que un grupo de gamberros entraba por la noche al Zoo y echaba un líquido venenoso al agua del estanque de los tiburones. Eran unos ignorantes que creían que algunos animales son malos. Por la grabación, la policía supo cómo actuaban los malotes y pudieron esperarles escondidos y los detuvieron cuando volvieron a la noche siguiente.
¡¡Sois unos detective magníficos, chavales, pero la próxima vez, contad con los mayores antes de hacer nada!!

– ¡Ah!, se me olvidaba. La gente del Zoo os está tan agradecida que os invita a volver todas las veces que queráis al Zoo, con entrada gratis para vosotros y vuestras familias. ¡Vivan Diego, sus amigos, y los tiburones que se han salvado!

– ¡¡Viva!! Gritaron todos.

Y colorín colorado, y con los tiburones salvados, este cuento se ha acabado.

libro ¡IMPORTANTE!

¿Te gustan los animales?...descarga 100% gratis nuestro ebook: "Animales salvajes" y conviértete en un experto del reino animal.

Podrás conocer características sorprendentes, imágenes impactactes, curiosidades que ni te imaginas y mucho más sobre tus animales preferidos.
¿Qué esperas?... ¡ES GRATIS!


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *